La versión abreviada más reciente

Aunque resumida esta Biografía de Miguel de Cervantes es fruto de una detallada documentación y contiene datos contrastados con las más recientes investigaciones de historiadores y biógrafos de Cervantes con motivo del IV centenario de su muerte.

 

 

 

Capítulo I
Familia y primeros años

A pesar de las disputas por la paternidad parece bastante claro que Miguel de Cervantes nació en Alcalá de Henares en 1547 y allí se encuentra su partida de bautismo, con fecha 9 de octubre. El mismo Cervantes  declaró ser natural de allí en la llamada Información de Argel (1580). Del día exacto de su nacimiento no podemos estar tan seguros, aunque lo normal es que naciera el 29 de septiembre, día de San Miguel, ya que había la tradición de dar el nombre del santo del día del nacimiento.

Sus abuelos paternos fueron el licenciado en leyes Juan de Cervantes y Leonor de Torreblanca, hija de un médico cordobés. Juan de Cervantes fue un hombre con demasiadas ambiciones y muchos menos escrúpulos, dado a cometer abusos de autoridad, que le llevaron a conocer la cárcel. Leonor de Torreblanca vivió separada de su marido durante los últimos veinte años de su vida en Alcalá, en compañía de sus hijos, mientras que Juan de Cervantes, tras muchos tumbos, disfrutaba en Córdoba de una holgada posición, con esclavos, criados y criadas, una de las cuales al parecer era su amante.

Se ha especulado algunas veces sobre la presencia de cristianos conversos entre los antecesores familiares de Cervantes, pero lo cierto es que no hay pruebas. Incluso las últimas investigaciones parecen decir lo contrario, ya que su familia estaba muy bien considera en Córdoba y con puestos en la administración, algo muy difícil cuando en aquellos tiempo siempre había interesados en indagar en la pureza de sangre de su vecino.  

El padre de Miguel se llamaba Rodrigo de Cervantes, nacido en Alcalá, y era cirujano, un oficio entonces de menos categoría que el de médico, más parecido a lo que hasta hace no mucho era un practicante. A causa de una enfermedad infantil tenía un extrema sordera (conocemos documentos en los que aparece nuestro escritor como intérprete de su padre). Esta sordera le acarreó siempre dificultades en los estudios y en su trabajo. De hecho parece que nunca obtuvo el título oficial, aunque aprendió el oficio de su abuelo y su padrastro, ambos médicos. El carácter inquieto e itinerante de su familia le llevó a moverse, al menos, por Córdoba, Sevilla, Toledo, Alcalá de Henares y Valladolid.

La madre de Miguel de Cervantes se llamaba Leonor de Cortinas, era hija de un rico hacendado de Arganda y se casó por amor con Rodrigo de Cervantes, un matrimonio muy mal visto por sus padres, que le negaron la dote que le correspondía. Leonor y Rodrigo tuvieron siete hijos: Andrés, Andrea, Luisa, que fue priora del convento próximo a la casa familiar de Alcalá, Miguel, Rodrigo, que fue soldado como Miguel y también estuvo preso en Argel, Magdalena y Juan, el más pequeño y del que solo tenemos noticia por el testamento de su padre. Leonor siguió a su marido desde Alcalá a Valladolid y desde Valladolid de vuelta otra vez a Alcalá, en busca siempre de una fortuna que se le resistía (solo en Castilla había cerca de tres mil cirujanos) y que le empujaba a contraer continuamente deudas que desembocaban en embargos o encarcelamientos. Un día de 1556 el padre de nuestro escritor se trasladó a Córdoba huyendo de los acreedores y para cobrar la herencia de Juan de Cervantes. Se marchó acompañado de su hija Andrea, y, según algunos, aunque no está demostrado, también por su hijo Miguel y otros miembros de la familia, mientras la madre quedaba en Alcalá. La familia terminó por reencontrarse en Madrid, nuestro Miguel tenía unos dieciocho años, y conoció un pequeño quiebro en su destino cuando falleció la madre de Leonor y ésta pudo heredar una buena suma de dinero.

No existen muchos datos sobre los estudios de Miguel de Cervantes, pero parece claro que no llegó a estudiar en la Universidad. Seguramente pudo haber estudiado en Valladolid, Córdoba o Sevilla. Es más que probable que en Valladolid estudiara en el colegio de los jesuitas, ya que en la novela “El coloquio de los perros” describe un colegio con una precisión que parece casi imposible sin su experiencia estudiantil en ese lugar.

En1566 se establece en Madrid. Asiste al Estudio de la Villa, dónde tiene como profesor al conocido catedrático de gramática Juan López de Hoyos. Cuando éste publica en 1569 un libro sobre la reina Isabel de Valois, tercera esposa de Felipe II, incluye en el libro dos poesías de Cervantes, a quien llama nuestro caro y amado discípulo. Esas son las primeras obras literarias de Cervantes. En esos años Cervantes, como él mismo cuenta en el prólogo de sus Ocho comedias y ocho entremeses (1615), se enamoró del teatro viendo las representaciones de Lope de Rueda. También declara en la segunda parte de su Quijote por boca de su personaje principal, que en su juventud «se le iban los ojos tras la farándula».

Capítulo II
Viaje a Italia y la batalla de Lepanto

Se conserva una providencia de Felipe II, con fecha de 1569, donde se manda prender a Miguel de Cervantes, acusado de herir en un duelo a un tal Antonio de Sigura, maestro de obras. No está muy seguro si se trata realmente de nuestro Cervantes o de otra persona con el mismo nombre, pero muy bien podría haber sido esta la razón que le hizo trasladarse a Italia. Lo que sí sabemos con certeza es que llegó a Roma en diciembre de aquel mismo año. Allí leyó los poemas caballerescos de Ludovico Ariosto, que tanto influirían en el Don Quijote, según Menéndez y Pelayo, y los Diálogos de amor del judío sefardita León Hebreo que determinarían, parece, su idea platónica del amor. Cervantes se entusiasmó del arte y estilo de vida de las ciudades de Italia, y guardará siempre un entusiasta recuerdo de aquellas tierras, como bien demuestra al principio de El Licenciado Vidriera, una de sus Novelas Ejemplares.

Cervantes se pone al servicio de Giulio Acquaviva, que será nombrado cardenal en 1570 y a quien probablemente había conocido en Madrid. Le siguió por Palermo, Milán, Florencia, Venecia, Parma y Ferrara, itinerario que precisamente aparece admirativamente comentado en El licenciado Vidriera. Pero muy pronto lo deja para ocupar una plaza de soldado en la compañía del capitán Diego de Urbina, del tercio de Miguel de Moncada. Embarcado en la galera Marquesa el 7 de octubre de 1571 participó en la histórica batalla de Lepanto formando parte de la armada cristiana, dirigida por don Juan de Austria. Una batalla descomunal en la que, entre muertos y heridos, durante las seis horas que duró, hubo más de 61.000 víctimas. Con el hermanastro de Carlos V estaban también don Luis de Requesens y el Marqués de Santa Cruz, uno de los más famosos marinos de la época, que residía en La Mancha, en Viso del Marqués. Según un informe oficial Miguel de Cervantes estaba enfermo de calentura, pero se negó a guardar cama y subió a cubierta a luchar en primera fila. Salió de la batalla con dos arcabuzazos en el pecho y uno más en la mano izquierda que se la dejó inútil para el resto de su vida. De ahí el apodo de Manco de Lepanto,  aunque no era así exactamente, pues nunca se la cortaron, sino que se le anquilosó cuando la bala de plomo le seccionó un nervio. Cervantes siempre se mostró muy orgulloso de haber luchado en la batalla de Lepanto, que para él fue, como escribió en el prólogo de la segunda parte del Quijote, “la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros”. Tras seis meses restableciéndose en un hospital de Messina, Cervantes, a pesar su mano inútil, reanudó su vida militar. Tomó parte en las expediciones navales de Navarino, en 1572, y Corfú, Bizerta y Túnez en 1573. Siempre  bajo el mando del capitán Manuel Ponce de León y formando parte del  aguerrido tercio del famoso Lope de Figueroa, personaje que aparece en El Alcalde de Zalamea de Calderón de la Barca. Después recorrió las principales ciudades de Sicilia, Cerdeña, Génova y Lombardía; hasta que finalmente permaneció dos años en Nápoles, hasta 1575.

Capítulo III
Cautiverio en Argel

Cuando daba por terminado su periodo en Italia y regresaba a España desde Nápoles, la galera Sol en la que iba Miguel de Cervantes y la fragata a bordo de la que iba su hermano menor Miguel fueron apresados por una flotilla berberisca al mando de Arnaute Mamí a la altura de la Costa Brava. Las cartas de recomendación que llevaba de don Juan de Austria y del Duque de Sessa, con el objeto de conseguir una patente de capitán de los tercios, hizo pensar a sus captores que Cervantes era una persona muy importante, por lo que pidieron quinientos escudos de oro por su libertad, que llegaron a ser mil en algún momento. Una cantidad como para desesperar a cualquiera de poder ser un día rescatado...

Pero no era ese el caso de Cervantes, un hombre ardoroso y de fuerte espíritu. En los cinco años de cautiverio en Argel, una ciudad con casi treinta mil esclavos cristianos, trató de escapar hasta en cuatro ocasiones organizando él mismo los cuatro intentos. Lo que también habla de las cualidades de mando y liderazgo de nuestro escritor. Y en las cuatro ocasiones, para evitar represalias en sus compañeros de cautiverio, se hizo responsable único ante sus enemigos aún a costa de la tortura. Hay información muy detallada de estos intentos de fuga en informes oficiales y un libro escrito por fray Diego de Haedo con testimonios de compañeros de cautiverio de Cervantes.

La madre de Cervantes y sus hermanas Andrea y Magdalena habían conseguido reunir cierta cantidad de ducados con la esperanza de poder rescatar a sus dos hijos. En 1577, después de que ya Cervantes hubiera intentado escapar por primera vez, se concertaron los tratos, pero la cantidad era muy insuficiente para rescatar a los dos. De modo que Miguel decidió que se pusiera primero en libertad su hermano Rodrigo, quien regresó a España. Rodrigo llevaba un plan elaborado por su hermano para liberarlo a él y a catorce o quince compañeros más. Cervantes se escondió con ellos en una cueva a la espera de una galera española que vendría a recogerlos. Pero la galera fue apresada y el plan fracasó. Hoy esa cueva es una atracción turística en la ciudad de Argel. En el tercer intento de huída pretendía llegar por tierra hasta Orán, plaza en aquel momento en poder de España. Pero el cómplice árabe de Cervantes fue descubierto. En el último intento llegó a comprar una fragata para escapar con sesenta reclusos más con el dinero que le prestó un mercader valenciano. Les delató el ex dominico compañero de cautiverio Juan Blanco de Paz. Y ésta, como las veces anteriores, se presentó como el organizador y único culpable para salvar a sus compañeros.

Pero hay una pregunta que se han hecho a menudo los investigadores. Por un solo intento de fuga a otros cautivos les habían dado muerte por empalamiento u otros tormentos. ¿Cómo es que Cervantes lograba siempre librarse de los peores castigos? ¿Porque mantiene una relación de sodomía con sus amos? ¿Por haber apostatado, como dice el exdominico que le delató en su último intento de fuga? ¿Por ser el amante de la hija del famoso berberisco, Hajji Murad, la joven Zahara, como alguno contó? ¿Porque los piratas creen que es un personaje importante que vale más vivo que muerto? ¿Porque es algo más que un cautivo, un preso de confianza de aquel tiempo? ¿Incluso una suerte de transportista clandestino de cautivos hasta tierras cristianas, compinchado en este lucrativo negocio con sus amos, como asegura uno de los más recientes investigadores? Podría haber un poco de todo... Porque Cervantes era un luchador curtido en cien batallas feroces, un líder respetado incluso por el enemigo y alguien para quien se puede pagar casi cualquier precio por la libertad...

En mayo de 1580 llegaron a Argel los Trinitarios (orden religiosa dedicada a liberar cautivos). Fray Juan Gil solo disponía de 300 ducados para rescatar a Cervantes y los captores no bajaban de los 500 ducados. Cuando el fraile logró recolectar lo que le faltaba entre los mercaderes cristianos del puerto Cervantes ya estaba dentro de una galera para ser trasladado a Constantinopla por orden del gobernador turco de Argel, Azán Bajá, harto ya de tantos intentos de fuga. Cervantes fue liberado el 19 de septiembre de 1580, y el 24 de octubre, regresaba, por fín, a España con otros cautivos rescatados. Una vez en Valencia, en noviembre o primeros de diciembre regresa con su familia a Madrid. Una familia volcada en liberar a Miguel y que cuando esto se logró tenían acumuladas unas deudas de dos mil reales.

Capítulo IV
Vuelta a empezar en España

En mayo de 1581 Cervantes se trasladó a Portugal, donde estaba en aquel momento la corte de Felipe II, en busca de un trabajo. Le enviaron a Orán para una misión secreta por los buenos conocimientos que tenía de la cultura y los hábitos del norte de África. ¿Cervantes haciendo de espía? Muy probablemente. A finales de ese año regresa a Madrid y poco después no cesa de solicitar algún cargo en las Indias. Es en esos años cuando nuestro escritor entabla relaciones amorosas con Ana Franca de Rojas, tabernera de unos dieciocho años y mujer de Alonso Rodríguez, un comerciante asturiano que regentaba en la calle Tudescos un mesón frecuentado por escritores. Cervantes tuvo con ella una hija, Isabel, a la que reconoció, dio su apellido Saavedra y contribuyó a su manutención. Y que cuando falleció su madre, teniendo la muchacha solo quince años, puso al servicio de su hermana Magdalena.

Poco después de nacer Isabel Miguel se trasladó al pueblo toledano de Esquivias para interesarse por los manuscritos que pudiera haber dejado el fallecido poeta Pedro Laínez, su amigo y maestro, al que había conocido en su juventud en Madrid, cuando era ayuda de cámara del Príncipe don Carlos. La viuda de Laínez, Juana Gaitán, se había vuelto a casar con un hombre más joven que ella, Diego de Hondaro. Cuando en el mes de septiembre Miguel llega a Esquivias, se fija enseguida en Catalina de Salazar, que tenía diecinueve años. Ella acababa de perder a su padre y vivía bajo la tutela de su madre y la de su tío materno, párroco del pueblo. Catalina, como sucediera con la madre de Miguel, es también una joven acomodada. Y tan solo dos meses después de conocerse se casan. Esto sucedía un 12 de diciembre de 1584, como consta en la partida de matrimonio que se guarda en la parroquia.

En 1585 se publicó en Alcalá de Henares “La Galatea”, su primera obra larga e importante. Una novela del llamado género pastoril, seguramente escrita entre los años 81 y 83. Muy poco después publica “La Tragedia de Numancia” y “El Trato de Argel”, parece que también terminadas de escribir hacia 1582. Dos obras dramáticas importantes que fueron oscurecidas primero por el éxito de las obras de Lope de Vega y por su propio Quijote más tarde.  

En 1587, tras dos años de convivencia con su esposa Catalina, Miguel abandona su hogar en Esquivias para buscar fortuna en Andalucía tras ser nombrado comisario real para la provisión de las galeras reales de la Armada Invencible. No es cierto que se separara de Catalina como se repite últimamente, el documento que se conserva es solo una separación de bienes; seguramente una prudente decisión de Miguel en previsión de problemas futuros, como luego sucedería. Regresaba de cuando en cuando por Esquivias y Catalina confesaría más tarde en su testamento “el mucho amor y buena compañía que hemos tenido”. Pero el hecho es que durante diecisiete años Miguel está en continuo peregrinaje por pueblos de Córdoba y Sevilla, primero como comisario real, buscando aceitunas, trigo y cebada para los barcos reales, luego como recaudador de impuesto y finalmente como juez ejecutor, época en la que llegó a residir en Sevilla largas temporadas. Recientemente se ha querido ver una historia sentimental de Cervantes con una bizcochera sevillana llamada Magdalena Enríquez, en la que delegaba para cobrar su salario cuando él estaba fuera de la capital del Guadalquivir, como era lo habitual, y quien también hizo alguna vez de avalista de nuestro escritor. Aunque no parece que hubiera nada entre ellos más allá de una relación de trabajo y conveniencia. Diecisiete años recalando poco por su hogar, como sucediera con su padre, y en los que se encuentra envuelto en resistencias al pago de los proveedores, a menudo eclesiásticos, y en una acusación de malversación de caudales por la quiebra de un banco, de la que fue luego declarado inocente, que le suponen la excomunión y la cárcel en dos ocasiones, la primera en la localidad cordobesa de Castro del Río y la segunda en Sevilla. Ese fue el momento en el que, precisamente, y según sus propias palabras, empezó a “engendrar” El Quijote. Palabra que puede significar tanto empezar a escribir como tener la idea. A lo largo de estos diecisiete años de periplo andaluz el escritor pierde sucesivamente a su padre, a su suegra, a su madre, y a su hermano Rodrigo, que fallece en los tercios de Flandes durante la batalla de Nieuport o de las Dunas.

Capítulo V
En Valladolid

En 1601 Miguel de Cervantes regresa definitivamente a Esquivias, donde redacta la Primera Parte de Don Quijote. La forma de ir a Andalucía era antes por el Camino Real de Madrid a Córdoba que pasaba por Toledo y Ciudad Real, más o menos lo que son ahora la A-42 y luego la N-401. Esta es la ruta que tantas veces hizo Cervantes en ambos sentidos, que es el mismo itinerario de Rinconete y Cortadillo y el eje de las correrías de D. Quijote a lo largo de la Primera Parte. Cervantes escribió esta primera parte del Caballero de la Triste Figura tomando para muchos de sus personajes el nombre de familiares de su mujer y otros vecinos de Esquivias.

Tres años más tarde, en 1604, el mismo año que se autoriza la impresión de la Primera Parte de su obra universal, Miguel y Catalina, que tienen problemas con la Hacienda, se trasladan a Valladolid. En aquella ciudad, que era desde 1601 la Corte Real de Felipe III, se instalan en una casa del Rastro de los Carneros, junto al Matadero, que entonces estaba en los márgenes del rio Esgüeva, más tarde desviado. Hoy esta casa y las adyacentes, que compartían un mismo patio interior, es el Museo de Cervantes. Allí Miguel vive rodeado de mujeres: su esposa, Catalina; sus hermanas, Andrea y Magdalena; su sobrina, Constanza; y su hija, Isabel. Y, como vecinas, algunas mujeres más de Esquivias, como Juana Gaitán, la que fuese mujer de su amigo Pedro Laínez, que recientemente ha vuelto a enviudar por segunda vez. Es la casa que pronto la gente llama de las Cervantas, en la que hay demasiado entrar y salir de caballeros a deshoras, por lo que el calificativo cobra tintes peyorativos.

Todo esto lo sabemos porque consta en documentos del Juzgado a causa de un grave incidente. Junto a esa casa vallisoletana, una noche de junio de 1605 un caballero, don Gaspar de Ezpeleta, es herido de muerte a raíz de un duelo. Miguel y todas sus mujeres salen a auxiliarle y le entran al piso de Luisa de Montoya, donde Magdalena de Cervantes se afana en curarle durante los dos días que tarda en fallecer. Miguel, sus hermanas, su sobrina Constanza, y su hija Isabel (que, siguiendo los pasos de sus tías, tiene, a sus veintiún años, un protector, el portugués Simón Méndez), y otras vecinas, entre ellas Juana Gaitán, dan con sus huesos en el calabozo durante unos días en tanto se aclara el suceso. Catalina, la mujer de Cervantes, está ausente en aquellos momentos, según algunos porque recientemente se había enterado de que Isabel era hija de su esposo y eso había provocado un distanciamiento temporal entre ellos. Una hipótesis poco probable porque en los papeles del contrato por el que ella entraba al servicio de Magdalena de Cervantes, que era lógico que Catalina conociera, se la cita continuamente como Isabel de Saavedra y se menciona a Juan de Cervantes como su abuelo. Toda aquella peripecia con la Justicia queda finalmente en nada, pero los interrogatorios y las declaraciones de los testigos no hacen sino     alimentar las habladurías sobre todas esas Cervantas, que oficialmente viven, lo que también es cierto, de sus habilidades para los trabajos de costura.

A todo esto, unos meses antes, en enero de ese año 1605, se había publicado la primera parte de “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha”, que tuvo muy pronto un gran éxito y Cervantes había empezado a hacerse conocido. El Quijote es uno de los grandes hitos, si no el más grande, de la literatura Universal. Con él nació la novela moderna. Ahí dio comienzo el realismo como estética, se creó el género literario que llaman de la novela polifónica (dónde caben y se mezclan diversos géneros) y nació el diálogo como escritura de narración. Algo inimaginable antes del Quijote.  

Capítulo VI
Últimos años: Madrid

Al año siguiente de aquel incidente en Valladolid Cervantes recala en Madrid y ya no se moverá de esta ciudad hasta su muerte. Cambiando de casa varias veces, pero siempre en la zona de Huertas. Se ha llegado a decir que una de las casas podría haber sido de Lope de Vega, que tenía un buen número para alquilar en ese barrio que hoy llamamos de Las Letras. Pasan diez años desde la edición de la primera parte del Quijote hasta la segunda, que tiene lugar en 1615. Son los años que al menos puede dedicar casi todo su tiempo a la escritura. Unas veces obras nuevas y otra, como él mismo dice, sacando del baúl y revisando obras escritas en años anteriores. En 1613 publica sus “Novelas Ejemplares”, una colección de 12 novelas cortas, pequeñas obras maestras que exploran diversos géneros. “Rinconete y Cortadillo”, una de las cimas del género de la picaresca, “La Gitanilla”, “El Licenciado Vidriera”, “El Celoso Extremeño” o “La Ilustre Fregona” son obras que por sí solas, aún sin el Quijote, hubieran colocado a Cervantes como uno de los grandes de la literatura española. En 1614 publica “Viaje al Parnaso”, donde regresa a su siempre amado verso, y en 1615 “Ocho comedias y ocho entremeses nuevos, nunca representados”, además de esa segunda entrega del Quijote. Alguna de esas comedias, como “Pedro de Urdemales”, las colocan buen número de críticos junto a las mejores de su época. Pero nadie discute que el género dramático en el que Cervantes es un maestro insuperable es el de los Entremeses, esas piezas cortas llenas de gracia e ingenio.

Aparte de su ocupación en estas publicaciones sabemos muy poco de Cervantes durante estos últimos años. Ni siquiera si los pasó junto a su esposa. Aunque sí sabemos que Catalina estaba con su marido los últimos días de enfermedad y el día de su muerte. Esos últimos días de su vida también le estuvo atendiendo su sobrina Constanza de Ovando, hija de su hermana Andrea. Pero no su hija Isabel, que se había distanciado de su padre tras la muerte de una nieta del escritor, llamada también Isabel. ¿La causa? Isabel era fruto de la relación adúltera de la hija de Cervantes con Juan de Urbina, un hombre casado muy influyente que había puesto una casa a nombre de Isabel en la calle Montera. Pero con la condición pactada en secreto con Cervantes de que si la niña moría la casa debería volver a su propiedad. Por desgracia eso sucedió y Miguel cumplió su compromiso. Su hija Isabel, que quiso incluso demandarlo, nunca se lo perdonó.  

Miguel de Cervantes murió el 22 de abril de 1616 en la esquina de la calle León con la de Francos, calle en la que vivió Lope de Vega. Esta calle sería rebautizada más tarde como calle de Cervantes después de que la casa original del escritor fuera derribada y sustituida por la que ahora tiene la placa recordando la muerte de Cervantes. La primitiva casa tenía su entrada por la calle León. El día 23 sería enterrado, según su deseo (los Trinitarios eran los que le habían rescatado) en el cercano convento de las Trinitarias. La iglesia de este convento fue derribada y sustituida por otra más grande siglo y medio más tarde. Y los huesos de los enterrados en la iglesia antigua trasladados a la nueva... aunque parece que amontonados y revueltos...